martes, 17 de julio de 2007

Fueron segundos. Pero suelen presentarse muy seguido. Estaba llegando a la parada del colectivo pensando en que seguro antes de asomarme iba a aparecer uno... Y apareció el otro. Un siberiano marrón y blanco... con cara de asustado. Solo. Me parte el alma. Me paré ante su mirada como diciéndole con la mía: "¿Estás perdido?" Y me respondió. Quería que lo acaricie. Pero escuché al otro, asomándose por la esquina. Y tuve que correr porque por primera vez me esperó a que lo alcance... Estos colectivos. Siempre inoportunos.
Y sigo pensando en el siberiano, como siempre: si es de alguien, si está perdido, si se crió en la calle, si me buscaba. Y yo corriendo por 10 minutos más o menos en mi trabajo. En ser puntual. En no caer tarde por si cierto energumeno que se cree Dios, y no acepta dar su renuncia por pedido del Jefe Superior, aparece. Pobre perrito.

1 comentario:

La niña santa dijo...

Los perros y gatos son los pilares de la posmodernidad. En ellos anclamos todo lo que no podemos resolver, por ellos somos capaces de hacer muchas más cosas de las que haríamos por algún familiar. Y sin embargo tienen instinto de supervivencia. El ser humano no. Se cree más de lo que es y necesita aferrarse a algo inferior para sostener la estructura de todopoderoso que siempre termina reventando por algún lado, el inconciente o un Tsunami. Qué importa, no? Todo eso queda lejoso está oculto, carece de importancia.