Es duro ver a un hombre llorar. La sociedad nos prepara para que sea duro ver a un hombre llorar. Porque el hombre es duro. Es musculoso, tiene fuerza, es de acero, de roble. No siente, no demuestra sensibilidad. No le funcionan los sentidos. No huele, no escucha, no ve. Porque no le interesa. Porque el hombre es más básico. No tiene vueltas.
Aclaración: Todo eso fue ironía.
El fin de año los halló en la casa de su amigo de la Universidad que hoy espera que el cáncer termine de apoderarse de él. El primero en llegar a su casa, armó todo el juego de luces y sonido que, históricamente le correspondía armar al dueño de casa. El segundo, coordinó el tema de las bebidas y de acomodar el mobiliario. El tercero, simplemente se dedicó a hablarle. Contarle de sus andanzas diplomáticas. El cuarto, se vino de sus vacaciones sólo para pasar el año nuevo con él y volverse a la playa.
Él se fue a dormir una hora antes de que todos nos fuéramos. Y los 4 cocodrilos subieron a despedirlo. Cada uno a su tiempo. Cuando les parecía. El cocodrilo es fuerte, pero se toma su tiempo. Al cocodrilo le caen lágrimas por su alta exposición al sol. Pero el cocodrilo no es de metal, ni de acero. Sufre y extraña y padece la cercanía del fin de algo que los unió aunque no les sea fácil demostrarlo. Y les es tan difícil, que esta vez, no pudieron dejar de llorar.
Lo trascendental del mal
Hace 11 años
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