viernes, 2 de mayo de 2008

Empalagoso


La mente, el lenguaje y la memoria fotográfica hacen cosas asombrosas cuando se conjugan. Se combinan y juegan. Nos marean y nos hacen cuestionarnos a nosotros mismos por el simple hecho de cuestionarlos a ellos mismos: al lenguaje, a nuestra memoria y a nuestra mente. Para ser más clara, a veces hay una persona a la que no vemos con mucha frecuencia, sin embargo, por distintas cuestiones, pensamos mucho en ella, y sucede, que uno no puede recordar exactamente el rostro. Se nos mezcla con el de otro, hasta el de algún famoso con un rasgo común. Y entonces sí nos concentramos en alguna parte o gesto de esa persona que nos haya llamado la atención y bang! se configura el rostro, con los rasgos y formas que (siempre creemos) ella tenga. Otra es la típica, repetir tanto una palabra que deja de tener sentido. Un nombre propio o un sustantivo, o un adjetivo. Lo que sea. En alguna de esas repeticiones pareciera que nunca la hubiésemos dicho. Claro, el lenguaje es espontáneo pero aprhendido y aprendido. Entonces no decimos más la palabra para poder devolverle la posibilidad de significar algo mediante el significante. Porque, al fin y al cabo, por eso la comprendemos, por su significante.
Como cuando escuchamos un disco nuevo de un artista que siempre nos acostumbró a algo y de pronto, decidió que se aburría de crear ella/él misma/o. Así, escuchando ese disco intentamos enfocarnos en algún gesto que nos recuerde la integridad de la obra de su creador. Un buen artista es aquel que siempre, manteniendo su sello, puede hacer cosas distintas y siempre ser reconocido como si eso que hizo, aunque distinto, fuera siempre su mismo rostro. Sólo que con otro color de pelo, o color de ojos. Porque si repite y repite, pierde el sentido de su existencia. Se disuelve la instantaneidad y espontaneidad con la que le brota la inspiración.
"Hard Candy" de Madonna, su último disco, es un claro ejemplo de cuando sucede todo eso. Como pasó también con "Medulla" y "Volta" de Björk. La primera escucha es medio molesta. Uno se para frente al equipo con una gran fe de que Madonna nos envuelva; y no. No logramos captar variaciones o sorpresas. "Es todo lo mismo". Especialmente cuando esta vez su inspiración vino de la mano de un productor y dos jóvenes maravilla: Timbaland, Justin Timberlake (los dos Timbs) y, mayoritariamente, Pharrel Williams de The Neptunes. Se ve que la cincuentona quedó prendidísima al trabajo en conjunto de los dos Timbs en el disco "Future/Sex/Love Sounds" de don JT. Y eso está perfecto. Durante más de dos décadas Madonna nos sorprendió haciendo de todos sus discos una ópera prima. Ninguno se parece a ninguno, y en todos apuesta a más. A no repetir(se). Como una especie de metamorfosis esquizofrénica. Madonna no puede repetirse. Eso sería transitar por la semiosis social sin ningún sentido cuando todo lo que hizo en su carrera fue generar significados distintos con sus producciones en distintos formatos. Videos excelentes, recitales más que contundentes, originales e innovadores. No se puede jamás esperar de Madonna algo sin sentido.
La primera escucha de "Hard Candy", no tiene mucho sentido. Parece reiterativo y monótono. Pero todo cambio tiene un proceso y todo proceso lleva su tiempo. Esta vez, Madonna, no quiso ser ella la influyente, sino ser influenciada; y se puso en manos de los dos Timbs: la apuesta fue totalmente valedera.
Es cierto que hay algún que otro tema que sí pierde matices, pero no es el caso de Candy Store, Incredible, The Beat Goes On, Spanish Lesson, Heartbeat y Voices producidas por Pharrel y, por otro lado Miles Away, Four Minutes, Even The Devil Wouldn't Recognize You y la perla del disco Dance 2night en donde es más que evidente la mano de Justin.
No cabe dudas de que "Confessions On A Dancefloor" instaló una impronta en la conceptualización de la música para la misma Madonna, apuntando claramente a lo bailable (en muchas de las nuevas canciones aparece la palabra dancefloor). Sin embargo "Confessions..." no es un disco muy digerible íntegramente, o sea, cuesta ponerlo entero para disfrutarlo teniendo en cuenta que no hay corte entre tema y tema. Cada pista por separado, es hermosa y contagiosa, pero en su completud no termina de cerrar. El disco de Timberlake "Future..." jugó con el mismo concepto y sin embargo, los interludios entre tema y tema o la gran variedad de ritmos hace que se pueda escuchar enterito y sentir los matices y riesgos que tomó este joven cuando se propuso (o no) hacer el mejor disco pop de 2006. Tal vez fue eso lo que Madonna también percibió y decidió trabajar con este equipo. Y digamos que nadie le dice que no a Madonna, excepto el nabo de Antonio Banderas.

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