viernes, 24 de agosto de 2007

El Laberinto

Cuando era chica y vi la película Laberinto por primera vez, quedé encantada por el cuento de hadas. Por la historia seudo amorosa entre la niña de quince años y aquel príncipe de los duendes ¡Y qué príncipe!, ni más ni menos que el Duque Blanco David Bowie. Siempre quise ser parecida a Sarah. Me parecía preciosa con sus ojos verdes y su pelo oscuro. Toda la aventura era envidiable. Adoraba a sus amigos del Laberinto, su vestido de la fiesta de disfraces que le compone su enemigo, Jarreth (Bowie), para persuadirla, la manera en que rompe el hechizo al final del Laberinto: "No tienes poder sobre mí".

Ahora, cuando soy grande (?), Laberinto tiene otra significación. Toda la historia que vive Sarah, no es, ni más ni menos, que la historia de toda su vida. Y como la va superando haciéndose nuevos amigos en el camino, que al final de la aventura, también, debe dejar atrás. Sin embargo, siempre puede recurrir a ellos. Porque los verdaderos amigos perduran y por más de que el tiempo pase y sean vínculo con tiempos distintos, podemos encontrarlos en esa unión inexplicable que es el lazo afectivo. La melancolía de querer a alguien y tenerlo ahí para sentirnos enlazados a esos momentos.
Cuando Sarah vuelve del Laberinto y guarda el libro que contextualiza toda su fantasía con el rapto de su hermanito, está diciendo: "No tengo por qué hacerme una fantasía para responsabilizarme de mi hermanito. Tengo que hacerlo yo." Y toda la cuestión adolesente de hacer "una odisea" de cuidar a un hermanito. Como que si no lo raptaran y si no hubiese pasado por el miedo de perderlo para siempre, no lo valoraría. Los extremos de la adolescencia. Esa cosa de entregar todo por lo que uno desea hasta el sufrimiento pero dejarlo ahí, en el deseo. Y que cuando eso está y se nos hace más fácil ya no tiene sentido. Yo creo que mucho de "crecer" recae en eso. Empezar a atesorar las cosas que logramos con más sencillez y que nos enriquecen de a poco, con poca luz y que, paulatinamente, suma experiencias para hacerlo la luz que más nos ilumine. Nunca me gustaron los extremos. LOS TODO O NADA. Soy de usar mucho la frase: AMO TAL COSA, U ODIO TAL OTRA. Pero en realidad, me parece que sólo me quedo en la frase. Porque sé aceptar a quién viene como viene y querer brindarle mi experiencia (trunca o exitosa) desde lo más profundo de mí. Pensándolo bien, no me gustan los todo o nada, porque tengo una medida propia que va más allá. Bah, todos la tenemos.

lunes, 20 de agosto de 2007

T se confesaba: "Pasan los meses y las cosas pasan. Pero yo tengo un dolor acá adentro". A T no le mataron ningun pariente, a T no le secuestraron un hijo, no le incendiaron la casa y perdió todo lo que constró, no le hicieron una operación mediática por la que vio irse por la borda su carrera profesional. A T la dejó su novio.
Esa sensación de ya no tener mas sentido. De ya no ser porque no hay alguien que nos acompañe, esa sensación de no tener nada que a su vez la relacionamos directamente con el ya no ser nada y hasta querer matarnos, o internarnos, o tomarnos 780 pastillas de Alplax y quedar sedadas, hasta el final del duelo. Porque esa es exactamente la sensación. De que algo (alguien? quien?) muere.
Pero lo más importante y destacable del caso T es que su pareja no fue una sinfonía de Mozart en clave de fa interpretada por Maria Calas; o una obra que, en su versión cinematográfica, es interpretada por Matt Damon y Reese Whitherspoon. No. La pareja de T y L fue un constante aprendizaje de cuáles son las cosas que no le hacen bien a la otra persona cuando se esta, valga la redundancia, en pareja. No se el caso de L, no lo conozco y no me cuenta su lado de la versión, pero sí la escucho a T, con todos los temas psicoanalíticos o como quieran catalogarlos, que pueden haber configurado su comportamiento dentro de esa relación. T fue constantemente desvalorizada y despreciada, rechazada y menospreciada. No estoy echándole la culpa a L. Nada de esto lo hizo con un fin concreto y planificado. También él debe tener sus cuestiones por las que "estar con T", para él, significaba "ser" de esa manera. Y ahí me entra la duda: qué somos cuando estamos en pareja ¿Somos nosotros?, ¿somos caretas intentando hacer sentir eternamente cómodos a los pares, siempre enamorados, siempre queriendo más hasta que un buen día nos despertamos y le decimos "andá a sacar la basura"? Y luego hay lugar para las psicopateadas y los sadismos y esas cosas... Y sí. Eso es normal digamos, pero en el caso de T y L... no era así. Nunca hubo momento de careteada. Ella se mantenía a su lado para ver si, día a día, podía inventar algo que los uniera más. Justamente "inventar". Él, día a día, quería separarse más. Romper el vínculo. Cosa que es totalmente aceptable y atesorable como el hecho de que ella no quisiera que así fuera. Pero L no se lo dijo. Y más allá de la premisa infaltable para crecer en esta vida de que una tiene que "leer las señales" no es exactamente el punto fuerte de una mujer enamorada (o también de un hombe). Y si el (o la) que esta a nuestro lado, por lo menos, nos respeta porque tiene un mínimo límite de diferenciación entre el amor, el respeto y el rechazo y el abuso, nos intenta abrir los ojos. Pero no se dio así. Y T tuvo que aguantar porque habia mejoras y ella sentía que tocaba el cielo con las manos cada vez.
Entonces, le dije: "Ese dolor que sentís no es porque queres volver con L, porque por lo que contás, ahora ves muy bien lo que no querés para vos, y lo que no querés es ese tipo de relación. Pero lo bueno de ese dolor, paradójicamente, son las marcas que va a dejar, y que van a ser marcas, no carne. Porque sólo nuestro cuerpo recuerda los aprendizajes."

lunes, 13 de agosto de 2007

Paquetito

Poder volver a confiar y caer en paz. Poder darse el lujo de dar un paso en falso sobre el aire estando seguros de que, de ese pequeño desliz, se desencadena una gran caída pero que sólo dejará la huella de la pisada que no fue y que tendría que haber sido sobre suelo duro.
Dejar que las conversaciones fluyan sin miedo a decir lo incorrecto. Sentir que lo "incorrecto"está siempre entre comillas. Y una vez más, volver a ser quien era, completamente, y feliz en mi paquete con un moño color verde.

miércoles, 8 de agosto de 2007

"Night Swimming"


Felicity y Ben se sumergen en el agua. Clandestinamente. No es horario de clase y es la pileta de la Universidad. Ya es la 2ª temporada y esa idea de Felicity de irse a Nueva York para seguir a su amor platónico del secundario ya no es más su motivo, si no su historia. Cuatro años les tomó estar juntos y momentos como ese de "night swimming" se desprenden como tantas otras escenas de una de las series con más lindos diálogos que hayan hecho los yanquis. J. J. Abrams es el creador de tres series maravillosas. Las otras dos son Alias y la hipnótica Lost. Pero Felicity no fue lo suficientemente valorada, de hecho es la que menos duró en el aire: sólo cuatro años. Bueno, Lost va por la tercera temporada pero ya es, lo que se dice, de culto. Sin embargo, Felicity... ese tira y afloje del primer verdadero amor. Pero a la vez la inmadurez de haber sido el amor platónico de una chica por 5 años... Y la historia de Feli me suena... me suena... en todos sus componentes: el amigo bonachón que la ama y es de quien debería enamorarse, la primera vez con alguien que ni sabía quién era cuando, en teoría, Feli reprimía todos sus impulsos, el muchacho complejo pero con un corazón y una entrega para con ella que era imposible de racionalizar. Como lo que uno siente cuando se enamora, y con suerte logra amar. Porque amar lleva mucho tiempo, ya que supone aceptar defectos y cosas que vienen en el paquete y dejan de ser defectos.
Los capítulos más fantasiosos como el de la caja de ese personaje adorable que era Megan, la compañera dark de Felicity (opuesto total) que termina enamorándose y casándose con el dueño del lugar que alquila Ben: un tipo que no supo nunca que hacer con su vida y buscaba inventar "el invento del siglo". O el increíble final que le sigue a un capítulo que parecía el último: aquel en el que Felicity le dice a Ben que ella no iba aseguirlo más, que era su turno. Felicity se va a su ciudad, Ben se va donde vive la mujer con la que tuvo un hijo producto de una de las tantas separaciones con Felicity. Un día Felicity se da vuelta y Ben había ido a buscarla. El verdadero final se gesta con un hechizo de Megan por el que la ex rulosa vuelve a la noche en la que (estando Ben de vacaciones) se acuesta con Noel. En ese presente, el del hechizo, obviamente, vuelve con Ben. Y cuando logra romper el hechizo, obviamente, vuelve con Ben. Y esa escena final, en la que Ben se acerca y parece que va a besarla pero no la besa y luego sí lo hace, vale toda la serie. Porque amar a alguien es eso. Acercarse tanto, tanto que parece que estuviesen unidos, pero en realidad no lo están. Y tener mucha paciencia. Como el tema de Guns, Patience.

Sin dudas una de las historias más lindas que conocí. Para los que la vieron: siempre hay una máquina del tiempo que es ese momento en el que uno quisiera hacer las cosas bien como hace Ben en aquel capítulo en que le lleva a Feli la cinta de la película "Tiempos Modernos" por la vez que la plantó. O como vuelve a suceder cuando Felicity cae en aquella noche.
Lástima que se planchó los rulos. La hacía muy personal... Y eran un sello propio. Por eso fue tan simbólico cuando se los cortó, eso sí valió la pena...

Es hermoso verlos nadar...

"Nightswimming deserves a quiet night, deserves a quiet night". Nightswimming - R.E.M

martes, 7 de agosto de 2007

Un' altra volta

"Volta" es el nuevo disco de Björk. Después de 3 años de la edición de Medulla, aquella rareza (aunque no debiera serlo) en donde la médula de la composición era la voz humana en todas sus capacidades y expresiones posibles. Aquél, no era un disco a capella, sino que se enfocaba completa e íntegramente en crear la mayor cantidad de sonidos musicales a partir de la voz.
La islandesa, esquimal, inglesa, duende habitante de los mares (vive en un barco), pega la vuelta y nos trae "Volta". En esta ocasión podemos encontrar muchas remisiones a Homogenic, su tercer disco solista (cuarto si se tiene en cuenta el disco de remixes de su segundo disco "Post", "Telegram"). De hecho, la mayoría de los temas de "Volta" suenan muy parecidos al tema "Pluto" o "Alarm Call". La mayoría de los temas de Volta suenan muy parecidos. Sin embargo, no es repetitivo, ya que como toda historia, las cosas vuelven a darse. Y esa es la sensación de este disco. Como que las cosas se vuelven a dar. No podemos pedirle a Björk (con ese nombre tan exótico) que nos vuelva a hacer un "Army of Me" o un "It's Oh! so quiet" o un "Bachelorette". Después de Vespertine, Björk se quedó sola con su voz, sola con su agua, sola con su experiencia con la música de películas japonesas. Es muy ingenuo, naif y poco arriesgado pedirle esos temas, esas melodías. Aunque estaría bueno que Volta fuera más melódico. Pero en la primera escucha esa es la sensación. Es hora de que empecemos a darle más importancia a la sensación y no tanto a lo que debería ser.

jueves, 2 de agosto de 2007

Distintos colores

Es realmente valorable cuando una persona a la que le gusta escribir y disfrutar del momento de escribir, encuentra en algo una fuente de inspiración. No sólo en una experiencia propia o ajena, sino también, en las palabras de otros artistas o escritores o novelistas o periodistas o compositores de bellas canciones, tristes canciones, largas canciones, grandes canciones. Fiona Apple es una de ellas. Desde su primer álbum, allá por 1996, hasta el último editado en el año 2006, la neoyorquina nos ha deleitado con los matices de sus canciones, sus distintos colores y texturas constantemente. Y nunca nos ha decepcionado.
Lo que más llama la atención de esos tres discos es que emanan color: Tidal podría ser un celeste violáceo. Comienza con un violeta intenso haciendo una declaración que se puede considerar bastante necesaria para la falta de vuelo imaginativo y de desprecio a lo creativo: I have my feet on the ground/and I don't go to sleep to dream/You've got your head in the clouds/You're not at all what you seam. Va aclarándose con el transcurrir de los temas pero no deja esa intensidad. Seguramente uno de los momentos en donde más puede detectarse la profundidad del pensamiento de Apple es en "Slow Like Honey" o "Never is a Promise".
Hay uno con el que, permítanme, Fiona se instaló en mi historia musical: el bordeaûx de "When the Pawn..." (el verdadero título del disco tiene como 90 palabras). Es imposible, para mí, escuchar ese disco y reconocer una como la mejor canción o la que más me llega. Tanto con Fiona como con Natalie Imbruglia, toco un punto de identificación con las palabras que pronuncian. Y este disco está plagado de estas experiencias. Supongo que "Love Ridden" y "I know" son las que más me han ligado a él.
"Extraordinary Machine" es el disco más verde de Fiona. Y en donde, sobre todas las cosas, es su intepretación la que seduce. Más allá de que siempre tuvo una presencia escénica muy especial, un registro de voz casi de fantasía mutando desde notas muy graves a hermosos agudos de gorrión, en este disco se la nota mucho más sumergida en atraer que en repeler: cosa que le ha costado muchísimas críticas. Pero Fiona, es sin dudas, una máquina extraoridnaria de inspirar dulzura, bronca y emoción. Una fruta más que tentadora que hay que probar.