Quise escribir esta nota desde cero. Sin leer comentarios políticos idóneos en relación a la re-eleeción de Cristina Fernández el pasado 23 de octubre. A cuatro días del aniversario de la muerte de quien fuera su marido, compañero de militancia y par de proyecto político nacional, Néstor Kirchner.
Quiero escribir este post desde lo afectivo, desde lo visceral, desde la cabeza, desde donde siento y pienso, porque ayer me pasó algo muy interesante en el momento de poner mi voto en la urna: el corazón me latía muy fuerte. Y por más de que me había pasado en la elección a Jefe de Gobierno pasada algo similar, no recuerdo que me llamara tanto la atención. Entonces, supongo, que, probablemente, esta vez el corazón me latía más fuerte. Besé el sobre y lo metí en la urna. Y empecé a dar vueltas sobre eso que me había pasado: ¿Cómo algo que ya he hecho unas 10 veces esta vez me generó algo que nunca me había generado, por lo menos no con esa intensidad? Es la primera vez que voto a Cristina (la voté en las primarias, pero con esto quiero decir que nunca había votado al kirchnerismo en la elección presidencial per se). Me di cuenta de que la emoción tiene que ver con todo lo que ya se ha dicho y sobredicho en tantos espacios de pensamiento militante o patrióticos (como prefiero llamarlos yo). Yo creo que lo que Cristina y Néstor nos han devuelto es el verdadero sentido patriótico, el de la nación integrada, integradora e inclusiva. Eso es ser patriótico y ése tiene que ser el sentido de la militancia. Por lo que no creo que haya que estar enrolado en partidos políticos, sino pensar la política, ser crítico cuando uno deba serlo, cosa que quiero que salga más del gobierno. Creo que si consolidan la autocrítica como parte del modus operandi oficial se podría enriquecer la gestión de esta mujer que me llenó de orgullos durante los últimos cuatro años y que por eso voté y elegí esta vez. Entiendo a quienes la hayan votado porque la oposición no existe. De todas formas, no deja de sorprenderme los comportamientos del electorado. Como, por ejemplo, que quienes votaron a Macri, votaran a Cris. No deja de sorprenderme que en un país (o por lo menos en una ciudad) en donde el nivel de consumo es altísimo (por ejemplo el alto porcentaje de la tasa de turismo durante los fines de semana largos o la demanda de eventos culturales) se quejen tanto de la inflación. Entiendo que las clases menos pudientes tengan reclamos en torno a ello, pero la verdad, es que si alguien puede pagar mil pesos o más para ver a Roger Waters por el show, no entiendo por qué se quejan del preEcio del kilo de tomates. Lo que pasa es que somos personas, no "electorados". Estamos llenos de contradicciones. Homofóbicos la han votado, xenófobos la han votado y, a su vez, personas que están más dentro de mis líneas de pensamiento, también la votamos. Sin embargo, yo creo que los que estamos dentro de lo que considero mis líneas de pensamiento, no sólo la votamos, sino que la apoyamos, que la criticamos donde haya que criticarla pero pidiéndole que se reivindique, porque puede hacerlo, porque tiene con qué. Porque la partida de Néstor, de algún modo, ayudó a que los humos de quienes despotricaban contra el Gobierno bajaran y entonces ella también bajó los suyos para escuchar (eso sí, no mientras enterraba a su marido como pretendía Rosendo Fraga en aquella espantosa lista de condicionamientos que publicara en La Nación a sólo horas de la muerte del ex presidente).
Como ya he dicho en este blog, Cris (como me gusta decirle a mí), no se ganó un voto conmigo, se ganó mis convicciones, porque la elegí por los puntos que ya todos sabemos: ley de medios, AUH, fin de las AFJP's, etc. Pero más que nada la volví elegir por su coraje, por profundizar, por habérsele plantado como hizo en su momento, a la oligarquía agrícola y a los valores más conservadores, ortodoxos y tradicionales de la Iglesia. Si tengo que elegir una acción que abrazó este gobierno por la que empecé a vociferar que lo apoyaba, fue a partir de la promulgación de la ley de Matrimonio Igualitario. Esa sí que me pareció una norma cuasi transgresora, más allá de que casarse sea muy poco transgresor.
Mi deseo para el futuro es que Cris se le anime a la despenalización del aborto aunque ella no lo apoye. Que pueda hacer un análisis macro de la situación, de esos que ella tan bien sabe hacer, y se empiece a tratar con la misma profundidad con la que se han tratado otras tantas políticas. Vamos por una política ambiental seria que se enfrente, de la misma forma que se ha hecho con tantos intereses sectoriales, a todas las corporaciones que con el fin de acumular más capital, destruyen ecosistemas, vida y futuro. Por una ley de protección animal ineludible y sostenida por un plan de educación ambiental.
Ya habrá tiempo para análisis fríos. Después de todo lo que ya comprobamos -del regreso de la política a los asuntos de la sociedad sobre todas las cosas- si los próximos años de Cris se enmarcaran con estos lineamientos, qué más podría pedirle yo que que me siga haciendo latir tan fuerte el corazón.
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