sábado, 22 de noviembre de 2008

Lo más triste




Acudo a la primera persona para redactar este post. El tema que elijo hoy me toca lo más profundo y entrañable de mi ser: el amor. Y en esta oportunidad, voy a hablar de una faceta del amor poco referenciada en estas culturas occidentales y capitalistas: el amor revolucionario. Esta frase tiene dos casos emblemáticos: Cuba y Rusia. Dentro de sus líderes, en el caso cubano, dos figuras claves: Fidel Castro y el argentino, el Che, Ernesto "Che" Guevara.
Siempre supe poco y nada sobre su vida. Lo que supe lo deduje gracias a las referencias de mi padre. Lo conozco a él y sé a quienes admira. "Si lo admira algo bueno tiene que tener". En mi joven Edipo, eso bastaba. Con los años, mi incursión por las ciencias sociales me ligó con el misterio de la figura oscura del rostro del "Che" estampada en remeras y mochilas que circulan por la institución académica a la que asisto. Me hizo tenerlo en mi vida como uno más. Como una persona que siempre estuvo entre nosotros y que todos conocimos por su compromiso con la buena causa. La causa de terminar con las incongruencias en el plano social, a las que conducen las condiciones del sistema de producción y acumulación que rige en el mundo, desde hace ya 3 siglos aproximadamente. Un sistema, que por más de que se contradice y se resquebraja año tras año, crisis tan crisis, se reconstruye resignificándose como el sentido de los discursos. A veces parece que es sus esencia contradictoria la dialéctica por la que no llega nunca a desintegrarse: al ser contradictorio por definición, nunca puede destruirse por sí mismo. Es su razón de ser. Sólo una presencia externa, algo que lo revolucione y lo destituya, puede cambiar la dinámica. Una revolución.
Esa es mi interpretación de lo sucedido en Cuba en el año 1959. El caso ruso conlleva otras cuestiones, otro grado de desarrollo del sistema capitalista. Sin embargo, el cubano, es el caso, que tal vez por su vigencia y su cercanía a estos tiempos puedo tratar de conceptualizar de alguna manera. Y el "Che" fue uno de sus principales mentores.
Basándome en la película de Steven Soderbergh sobre la vida del revolucionario suramericano, me acerco a él por su concepción de la revolución: un acto de amor. ¿Qué otra cosa más irracional que el amor puede llevar a 82 hombres con esacasísimas (o ninguna) formación militar propiamentedicha, a levantarse contra un régimen político que se sustentaba por el apoyo de los Estados Unidos, país hegemónico en casi todos los aspectos en aquel momento?Algo así como los 300 espartanos que vencieron al ejército de 10.000 persas. La diferencia es que los espartanos nacían para formar parte del ejército. Los hombres que dirigieron Fidel Castro y Ernesto Guevara se hicieron guerrilleros por las condiciones de existencia que los rodeaban y devastaban su calidad de vida violando sus derechos elementales.
Lo que pasaba en Latino América por entonces, no es muy distinto de lo que ha pasado durante los últimos treinta años de liderazgo neoliberal en el continente. Y sin embargo, no hubo hechos similares a lo que aconteció a fines de los cincuenta en la isla caribeña. Excepto el caso del Comandante Hugo Chávez, pero con muchísima distancia.
La película de Soderbergh cuenta una historia de valor, amor y compromiso. La historia del "Che" camino a la revolución. No es un dato menor que el director sea un norteamericano. Eso la hace aún más maravillosa; un hermoso tributo y homenaje a los hombres que lograron el cometido propuesto a partir de ver a sus países destruidos por regímenes que sólo alimentaban las libertades individuales de unos pocos, a precios invaluables para cualquier ciudadano promedio de Latino América: su salud, su educación, su vida y sus ideales.
Una de las escenas insignia de la película se desarrolla al final de la trama, cuando Fidel le dice al "Che" si definitivamente quería formar parte del grupo. El argentino dice que sí, pero con una condición: "que me dejes llevar la revolución por toda América Latina".
Allí está lo más triste. En la eterna incógnita que nos deja su asesinato. Como el de J. F. Kennedy o Martin Luther King. Ese rastro de esperanza esparcido en un camino de muerte y ultrajes. Muchas preguntas que sólo tienen una respuesta para las almas de aquella revolución: Patria o Muerte.



Stay and the night would give you up
Stay then the day would keep its trust
Stay and the night would be enough

Stay (Far Away So close) - U2

2 comentarios:

Piroverbo dijo...

Sin dudas es una cuestión de amor la revolución. De amor en un sentido pocas veces utilizado por nuestra cultura, como bien decís.

Lo que me pregunto es si el imperialismo es una especie de suegra desgraciada que quiere impedir ese amor a toda costa.

Saludos y a continuar ajustando nuestro amperímetro revolucionario todos los días.

Anónimo dijo...

Verdaderamente excelente, hermosa nota.

Si, ciertamente amor o pasión son la explicación para entregar la vida una y otra y otra vez por otros, es amor por la propia vida, por la justicia, por la humanidad.

Saludos.