lunes, 24 de octubre de 2011

Cris Pasión


Quise escribir esta nota desde cero. Sin leer comentarios políticos idóneos en relación a la re-eleeción de Cristina Fernández el pasado 23 de octubre. A cuatro días del aniversario de la muerte de quien fuera su marido, compañero de militancia y par de proyecto político nacional, Néstor Kirchner.
Quiero escribir este post desde lo afectivo, desde lo visceral, desde la cabeza, desde donde siento y pienso, porque ayer me pasó algo muy interesante en el momento de poner mi voto en la urna: el corazón me latía muy fuerte. Y por más de que me había pasado en la elección a Jefe de Gobierno pasada algo similar, no recuerdo que me llamara tanto la atención. Entonces, supongo, que, probablemente, esta vez el corazón me latía más fuerte. Besé el sobre y lo metí en la urna. Y empecé a dar vueltas sobre eso que me había pasado: ¿Cómo algo que ya he hecho unas 10 veces esta vez me generó algo que nunca me había generado, por lo menos no con esa intensidad? Es la primera vez que voto a Cristina (la voté en las primarias, pero con esto quiero decir que nunca había votado al kirchnerismo en la elección presidencial per se). Me di cuenta de que la emoción tiene que ver con todo lo que ya se ha dicho y sobredicho en tantos espacios de pensamiento militante o patrióticos (como prefiero llamarlos yo). Yo creo que lo que Cristina y Néstor nos han devuelto es el verdadero sentido patriótico, el de la nación integrada, integradora e inclusiva. Eso es ser patriótico y ése tiene que ser el sentido de la militancia. Por lo que no creo que haya que estar enrolado en partidos políticos, sino pensar la política, ser crítico cuando uno deba serlo, cosa que quiero que salga más del gobierno. Creo que si consolidan la autocrítica como parte del modus operandi oficial se podría enriquecer la gestión de esta mujer que me llenó de orgullos durante los últimos cuatro años y que por eso voté y elegí esta vez. Entiendo a quienes la hayan votado porque la oposición no existe. De todas formas, no deja de sorprenderme los comportamientos del electorado. Como, por ejemplo, que quienes votaron a Macri, votaran a Cris. No deja de sorprenderme que en un país (o por lo menos en una ciudad) en donde el nivel de consumo es altísimo (por ejemplo el alto porcentaje de la tasa de turismo durante los fines de semana largos o la demanda de eventos culturales) se quejen tanto de la inflación. Entiendo que las clases menos pudientes tengan reclamos en torno a ello, pero la verdad, es que si alguien puede pagar mil pesos o más para ver a Roger Waters por el show, no entiendo por qué se quejan del preEcio del kilo de tomates. Lo que pasa es que somos personas, no "electorados". Estamos llenos de contradicciones. Homofóbicos la han votado, xenófobos la han votado y, a su vez, personas que están más dentro de mis líneas de pensamiento, también la votamos. Sin embargo, yo creo que los que estamos dentro de lo que considero mis líneas de pensamiento, no sólo la votamos, sino que la apoyamos, que la criticamos donde haya que criticarla pero pidiéndole que se reivindique, porque puede hacerlo, porque tiene con qué. Porque la partida de Néstor, de algún modo, ayudó a que los humos de quienes despotricaban contra el Gobierno bajaran y entonces ella también bajó los suyos para escuchar (eso sí, no mientras enterraba a su marido como pretendía Rosendo Fraga en aquella espantosa lista de condicionamientos que publicara en La Nación a sólo horas de la muerte del ex presidente).
Como ya he dicho en este blog, Cris (como me gusta decirle a mí), no se ganó un voto conmigo, se ganó mis convicciones, porque la elegí por los puntos que ya todos sabemos: ley de medios, AUH, fin de las AFJP's, etc. Pero más que nada la volví elegir por su coraje, por profundizar, por habérsele plantado como hizo en su momento, a la oligarquía agrícola y a los valores más conservadores, ortodoxos y tradicionales de la Iglesia. Si tengo que elegir una acción que abrazó este gobierno por la que empecé a vociferar que lo apoyaba, fue a partir de la promulgación de la ley de Matrimonio Igualitario. Esa sí que me pareció una norma cuasi transgresora, más allá de que casarse sea muy poco transgresor.
Mi deseo para el futuro es que Cris se le anime a la despenalización del aborto aunque ella no lo apoye. Que pueda hacer un análisis macro de la situación, de esos que ella tan bien sabe hacer, y se empiece a tratar con la misma profundidad con la que se han tratado otras tantas políticas. Vamos por una política ambiental seria que se enfrente, de la misma forma que se ha hecho con tantos intereses sectoriales, a todas las corporaciones que con el fin de acumular más capital, destruyen ecosistemas, vida y futuro. Por una ley de protección animal ineludible y sostenida por un plan de educación ambiental.
Ya habrá tiempo para análisis fríos. Después de todo lo que ya comprobamos -del regreso de la política a los asuntos de la sociedad sobre todas las cosas- si los próximos años de Cris se enmarcaran con estos lineamientos, qué más podría pedirle yo que que me siga haciendo latir tan fuerte el corazón.

jueves, 20 de octubre de 2011

Puesto 8: Nirvana

Probablemente voy a recibir comentarios polémicos en torno a posicionar a una banda tan "nueva" por arriba de dioses y genios como David Bowie, Elton John o megabands como U2. Sin embargo, creo que eso fue lo que me determinó a ubicar esta banda de Seatlle en el puesto número 8 del ránking. La unión de Kurt Cobain, Dave Groll y Kris Novoselic es una pieza clave de la historia de la evolución de la música.
Las razones: es una banda de la década de los 90's, o finales de los 80's, que ha marcado a las bandas posteriores como pocas. Piensen en el contexto socio/político/económico que eso supone. Sus videos, sus conciertos, todo siempre tuvo una mística muy particular, tal vez, casi a la altura de los de The Doors. Claro, ambas bandas tuvieron líderes conflictuados, de una sensibilidad que podría considerarse el factor de su unicidad. Tanto Jim Morrison como Kurt Cobain eran poetas. Sin embargo, en algún punto, tal vez Jim pudo manejar mejor el glam que Kurt. Ya hablé de lo que Kurt singnificó en la cultura de mi generación y en sus sucesores en otro post de este blog. Resumiendo: sus dolores crónicos de estómago que lo llevaban a consumir heroína, placebos y alcohol para disfrazarlos eran el resultado del no poder soportar ese mundo. La vorágine a la que se exponía una banda creando poesía en un contexto político, económico y social en donde todo se abría. Todo era destape, borrar los límites y derribar barreras. El problema era que en general, la poesía, por más de que se haga para difundirla, es una parte muy profunda de personas como Kurt y el exponerse a ese gran destape terminó destruyéndolo. Así fue que el Unplugged que Nirvana hiciera en 1994, pocas semanas previas al suicidio del cantante y corazón de la banda, se transformó en una perfecta representación de lo que Kurt estuvo tratando de decir durante su último año de vida. Tal vez intuyendo su final, tal vez, simplemente, esa mirada al final de Where did you sleep last night? es pura casualidad.
Tanto Bleach como el masivo Nevermind (que logró correr ni más ni menos que a Dangerous de Michael Jackson de los ránkings) y el hermoso In Utero muestran la evolución de una banda que marcó a sus contemporáneos, tales como Alice In Chains (recomiendo su excelente Unplugged, tan bueno o mejor que el de Nirvana), Soundgarden y los inmensos Pearl Jam u otras como Oasis o Blur.
La corta historia de Nirvana en años, es inversamente proporcional a las influencias y al recuerdo de Kurt Cobain en la vida del rock, grunge y de la cultura popular.


Where Did You Sleep Last Night durante la grabación del mítico Unplugged de Nirvana. No se pierdan la mirada de Cobain llegando al final del tema. Es escalofriante.


Heart Shaped Box en el último show de Nirvana y permítanme: Kurt es el hombre más hermoso del rock.


Perdón el exceso, pero no podía dejar afuera mi canción preferida. In Bloom.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Vida portátil

La película Medianeras reflexiona sobre las relaciones humanas en el contexto tecnológico/urbano de hoy. Pero no podemos frenar ahí, ya que, de más está decir, que cuando hablamos de esto, no podemos dejar de lado los cruces y las resignificaciones que los vínculos han sufrido durante la última década. La humanidad está plagada de “seres” tecnológicos que invaden o acompañan nuestras vidas. Incluso, los edificios que conforman los paisajes de las grandes ciudades y la forma en que éstos están dispersos codifican y hasta determinan la forma en que los lazos entre las personas comienzan, se gestan y terminan. Podrían ser las tecnologías de nuestro hábitat.
Las tecnologías de la comunicación, se han colado en nuestras vidas como la luz que entra de las ventanas construidas ilegalmente sobre las medianeras. Podría pensarse que la necesidad de luz que tenemos cuando habitamos en departamentos de espacios cada vez más acotados, como se está dando en los últimos años en la vida urbana (salteando explicaciones socio económicas), es tan pujante como la necesidad que sentimos hoy por hoy de tener un celular o Internet y así poder estar conectados todo el tiempo (¿conectados a qué?). Se nos hace casi inconcebible vivir sin uno, aunque realmente no lo queramos, creando así una especie de “histeria social”.
Por su parte, los edificios parecen erguirse más arriba y más arriba, tratando de llegar al cielo que cada vez vemos menos; enredados entre cables de la telefonía móvil que se interponen entre nuestra visión desde la calle hacia los últimos espacios celestes que, de alguna forma, lo que hacen es representar nuestro distanciamiento físico: para qué llegar a horario si tengo el celular y puedo avisar dónde estoy, a cuánto estoy, y pocas veces cómo estoy.
Las fobias, ataques de pánico que han tenido su popularidad más alta en los últimos diez años, hacen que nos guardemos en nuestros hogares. Ya no se necesita ni salir para ir al cine, y menos que menos, para alquilar una película o ir a buscar la pizza. Hasta tenemos la máquina para hacer el pan que lo hace por nosotros sin que tengamos que ni siquiera hacer la esponja de levadura. La reflexión más inmediata es que todas las tecnologías, supuestamente, desarrolladas para hacer la vida del hombre más cómoda o sencilla, parecen haber mutado hacia un perfil de enclaustramiento, aislamiento y sedentarismo. Porque esa conexión constante, eterna, con todo y a todos y en las condiciones en que se propician, termina resultando lo mismo que la desconexión total con el afuera y el otro.
Porque en las ciudades, el cielo se tapa, pero el tiempo vuela. Y ya no hay ni tiempo para cocinarnos ni reunirnos. Los espacios, cada vez más pequeños, en donde habitamos ni siquiera tienen mesadas para cocinar. Los monoambientes afloran sin crear un espacio real para reunirnos con otras personas. Sólo poner nuestras camas. Y aquel que se atreva a querer una casa con espacio para recrearse con amigos, que pague más. Más de lo que ya es bastante más. Sobretodo, si es que estamos alquilando.
Nació también “la cultura del identificador de llamadas” (salvando excepciones en donde es necesario). Cada vez que alguien nos llama ya casi no hay ese resto de sorpresa de decir: “alguien está pensando en mí, ¿quién será?” Ya lo sabemos desde antes de (no) atender. Y de más está decir que la más famosa pregunta que surgía tan naturalmente de nuestros labios cuando llamábamos a las casas de nuestros seres queridos quedó casi en el olvido: del “¿Cómo va todo” o “¿Cómo estás?” a “¿Dónde estás?” o “¿Con quién estás?”. Llamar a la casa de la persona con quien queremos hablar, o ser atendidos por otra persona antes, ha sido desplazado por el aviso vía mensaje de texto de que se va a llamar a la casa de esa persona, si es que se llama al fijo. Ni hablar del auge de las conversaciones íntimas en transportes públicos donde nos enteramos de todas las miserias y quejas de cualquiera que decida hablar por teléfono a viva voz en el medio del bondi.
Las tecnologías del control han ganado su batalla más difícil: pasar de ser repudiadas como es el caso de las censuras en los medios de comunicación, o del panóptico de las cárceles, a que todos quieran webcams, facebooks, twitters y celulares para saber del otro, si está disponible o no disponible, cómo se ven, sin siquiera salir de sus cómodos sillones computadoriles, o incluso, de sus camas. Los lazos que nos unían han sido reemplazados por la vida Wi-Fi. Eso lazos, que eran ni más ni menos que nuestra presencia, ahora son letritas que se van achicando cada vez más ante el tamaño de lo portátil. Ya no hay tiempo para sentarnos a hablar o para escribir o para cocinar, sólo andamos.