martes, 9 de junio de 2009

La hora de los rostros

Una cita a ciegas. El mejor lugar suele ser un café. Lugar de desconocidos y conocidos si los hay. Un buen lugar para empezar a contar una historia y también para terminarla o para hacer una reunión luego de una separación, probablemente porque es público y no se puede hacer tanto espamento, pero a su vez, cuando uno se sienta con su cita en frente, es como si el pacto estuviese sellado: estamos solos. Conociéndonos o empezando a desconocernos.
Una cita a ciegas es denominado aquel encuentro entre dos personas que se encuentran con un fin específico pero no porque se trate de conocerse específicamente, sino justamente lo opuesto. Se desconocen. Nunca se han visto ni planeaban hacerlo. Pero hay un fin, un motivo que los une y tal vez, haga que sus identidades se crucen. Que sus rostros se contemplen frente a frente e intenten interactuar.
Los rostros. Nada es más identificatorio que un rostro según cualquier Estado, o cualquier sentido común de por lo menos todas las civilizaciones occidentales y orientales de hoy en día. Los documentos de identidad tienen una foto de nuestro rostro y nuestra huella digital. Nuestros ojos, lo primero que conoce, lo primero que se cruza con el mundo del otro. Todo esto, para el sentido común.
Pero pensemos en la posibilidad de que ese alto porcentaje de reconocimiento dado a través del rostro fuese sólo una cuestión cultural, de avances tecnológicos de la modernidad entre otras cosas ¿Acaso una identidad es inherente a un rostro? ¿La identidad de una persona le pertence a un rostro? ¿Cambiarnos la cara, entonces, nos hace otro?
La película Shi-Gan (Tiempo) es una excelente obra para reflexionar profundamente sobre esta cuestión, sobre todo en torno a una temática sobre los cuerpos muy en boga: la reconversión de los cuerpos, las cirugías estéticas, adiestramientos de los cuerpos, de las identidades, del ser.
¿Nuestros cuerpos son quienes nosotros somos? ¿Podemos moldear los cuerpos como esculturas y pertenecer a la mano de quien nos creó o no pertencemos a nadie más que a nosotros mismos?
Llevándolo al plano de la sexualidad, ¿se adiestra la sexualidad al convertir nuestros cuerpos a nuestro antojo? ¿Es una forma de controlar los deseos sexuales, amorosos? ¿Se ama a alguien por quien "es" o por quien ES?
Todas estas preguntas surgen a partir de la película de Kim - Ki duk e intentan responderse durante las escenas en la playa de las esculturas, en donde las manos sostienen la figura de los protagonistas y los acompaña hacia el tiempo. Ese que otras manos controlan junto a sus cuerpos, pero los cuerpos que sólo ellos pueden vivir.

2 comentarios:

Yo dijo...

que metafora hermosa, la de las manos.
voy a bajarme esta pelicula

Unknown dijo...

Es pura metáfora. Muy bueno
Beatriz