“Estás temblando”. Y, ¿cómo piloteaba esa situación cuando era yo la que lo había encarado?: “Si no me das un beso, te lo doy yo”.
Yo creo que dejé todas las pisadas que fueron guiando mi camino hacia él. Que hoy, a pesar de no hacer años que estamos juntos, lo siento tan a mi lado y tan dentro de mí.
Las huellas se van empezando a borrar y quedan los dígitos. Yo creo que temblaba porque se empezaban a borrar. Los lugares donde ahora es él el que me toca y no aquél. Y es tan lindo que sea él.
Recuerdo la primera noche juntos. Simplemente bastó con que su dedo empezara a dibujar todo mi cuerpo. Como queriendo delimitar mi figura uniendo los puntos. Y todo lo demás fue rutinario. Pero ese dedo, señalándome dónde quería estar. Yo no estaba segura. Él lo sabía y me lo hacía saber.
Hasta que el dedo dejó de señalar. Abandonó la distancia por la que uno considera que “el dedo” está señalando. Y se adentró a mostrarme lo que, pasado diez meses, estaba olvidando. Literalmente lo estaba olvidando. Y no porque esa noche haya llegado a nada.
La geometría de nuestros espacios se transformó en mero cálculo cuántico. Y empecé a desbordar. Ya nada cabía. Era hora de dejarlo estallar. Que todo lo contenido salga. Que salga y perdure. Como la luna: que al fin, perdure.
1 comentario:
como dice Gelman en un poema: ¿hay que romper la memoria para que se vacíe?
A mi me sirve para expresar muchas cosas esa pregunta retórica. Y hacia el final del texto me vino a la cabeza.
Publicar un comentario