Tan chiquito.
Tan minúsculo,
que entrabas en mi mano.
Clarito, clarito
ojitos, ojitos.
Los espacios que antes eran vacíos
comenzaron a ser ocupados.
Algunos impensados,
pero ideales para que los transitara tu silueta,
tu gesto de acróbata estilizado.
Hasta que dejaste tu cuerpo fibroso
y te comiste a vos mismo.
¿En dónde quedó el gatito chiquitito?
El que entraba en mi regazo,
que saltaba a mis brazos.
Ojos de melocotón,
panza de miel,
orejas de dulce de leche.
Fuiste el gran sobreviviente de la caída de las Torres Gemelas
porque jamás te enteraste de que se cayeron justo a tu lado.
Así podrías vivir.
El padrino de todos los gatos.
Velando por todos,
pero sin siquiera
perder la clama.
Lo trascendental del mal
Hace 11 años
1 comentario:
Los gatos son geniales, amo su soberbia, la forma en que nos hacen saber que somos meros seres humanos.
P/D: Gatúbela se merece un capítulo también!
Publicar un comentario