jueves, 11 de octubre de 2007

La vida es bella

Bob Fosse es el director artísitco más influyente que haya existido en esta era. Y sin dudas es Cabaret (la película con Liza Minelli) en la que su legado comenzó a gestarse. Durante el desarrollo de la película es casi imposible no empezar a tener flashes de otras películas, obras teatrales o músicos que copian este estilo de "contar el espectáculo" que inicia Fosse en la década del '70.
Desde la desinhibición de Sally Bowles a las fugaces apariciones del anfitrión del Cabaret, toda la película va haciéndose presente de una manera única (especialmente en la época de su estreno). Toma un momento histórico más que trascendental en la historia de la Humanidad: el auge del Nazismo. Dentro de ese contexto encuadra al cabaret, el pequeño lugar en donde todo debe ser olvidado, en donde la vida es hermosa. Esa desfachatez impecablemente cuidada que genera Fosse con la presentación de bailarines haciendo de bailarinas, las uñas verdes de Sally, su grito bajo el puente cuando pasa el ensordecedor tren; todas y cada una de ellas son aventuras dentro de una historia seria: la de una Alemania que se veía así misma como el inicio de la historia Universal, porque la historia previa había que borrarla, la Alemania de los Nazis. La decadencia de Alemania. La decadencia que, en el Cabaret, es vida.
Bisexualidad, libertinaje, promiscuidad, hasta el aborto entra en la obra de este genio norteamericano que supo hacer del musical algo más que contar una historia con música. Si no que se dedicó a destruirse por lo musical y dejó su vida en cada una de sus obras (ver All That Jazz). Lo más interesante de Cabaret, es que la tristeza de la trama no es descifrada por los espectadores hasta que no termina la película. Y eso es lo que la hace tan "redonda". Se supone que dentro del Cabaret, dentro de lo que es ese "quiebre con la realidad", nada más importa. Entonces vemos la película y disfrutamos a Sally y a Brian y a Max y su liberación y como minimizan la situación de Alemania, hasta la escena en que Brian y Max se dan cuenta de que tenían ganas de algo más que de escuchar cantar a una legión de nazis enarbolando su orgullo nacionalista exhacervado. Ahí podemos detectar el fin de la armonía de la película y algo más duro nos choca, algo más convencional (entendido como convención con la que todos comprendemos algo). Y entonces buscamos de nuevo al Cabaret, porque la vida es un Cabaret, y allí, la vida, finalmente, es hermosa.

1 comentario:

La niña santa dijo...

Cabaret
Quilombo
Bulín
Puterío
Zona Roja
Telo
Cuántos lugares que tenemos para hacer lo que no nos atrevemos a hacer en el cuarto. ¡Aquí la vida es divina! (Me gusatría haber vivido un rato en la Edad Media)