lunes, 3 de septiembre de 2007

El Señor de los Anillos

Creo que es la mejor manera de pasar un domingo lluvioso. Habitación en penumbras, hermosa compañia, acurrucación de por medio, camperita abrigándome, El Sr. de los Anillos. Frodo y nosotros, Aragon y nosotros, Gandalf y nosotros. Sauron del otro lado. Dispuestos a acompañar al "torpe" (luego explico las comillas) hobbit que tiene la misión, ni más ni menos, de destruir el anillo. Aquél que "los gobierna a todos".

Cuando Tolkien escribió la extensa obra que abarca tres tomos (que en realidad no se habían planeado cortar en tomos) en este país, ni siquiera había existido el Peronismo! Ni si quiera había sucedido la 2ª Guerra Mundial. Allá por fines de la década del 30, un mundo nuevo atemporal, pero totalmente cargado de historia propia (hasta lenguaje propio) era creado por el inglés a quien tantos han criticado por hacer "literatura mediocre".
La realidad es que este libro, no es un libro más. El Sr. de los Anillos abre una saga fantástica y de aventuras que nunca antes había sido creada. Sí ha tenido antecedentes pero lo que generó este MONSTRUO, no lo generó nadie. Sólo ahora, 60 años después, puede comparársele Harry Potter, pero siempre a las sombras de Sauron, en las profundidas de las Minas de Moria.
La transposición al cine dirigida por Peter Jackson cumple perfectamente con las condiciones que una transposición bien hecha debe tener: sinteticémoslos en tres, muy brevemente: Que no se pierda el hilo argumental (en toda trasposición algo se pierde), que genere algún tipo de tensión que su origen no haya creado (toda pérdida debe suponer alguna ganancia o transformación) y que, sobre todas las cosas, no la demos por sentada por el mero hecho de ya conocer la historia.
Muchos habían leído el libro antes. Muchos nunca lo leyeron. Otros, lo leyeron después. Otros lo leyeron especialmente antes del estreno de cada episodio. Lo cierto es que la historia contempla las debilidades del hombre ante la tentación de poder dominarlo todo. Las maldades más malas por el simple (y costoso) hecho de tener y generar poder. Pero, por el orto lado, están el héroe, los infalibles, los leales, y aquel que todo lo sabe, que todo lo logra y que le da a Frodo la luz para poder llegar SOLO (con su leal amigo Sam) al fin de este asunto. Ahora, por qué torpe. No es casualidad que entre los valerosos hombres, los heróicos elfos, los valientes enanos y los mágicos magos, sea el más pequeño, el más no-pensado ser, el que sea el que tenga la responsabilidad de destruir el anillo. Justamente son los hobbits los únicos seres fuera de toda concepción de poder a la que el anillo apunte. No por esto, inmunes. Por eso Frodo, en realidad, no era torpe cuando usaba el anillo si no que el anillo quería ser usado por él, para ser hallado y a su vez, poseerlo. Adueñarse de su voluntad. Sin embargo, a pesar de que uno siempre cree que todos se terminan rindiendo y todos se termina vendiendo ante la posibilidad de tener todo ese poder, "sólo poniéndose un anillito de morondanga en el dedo", hay quienes no. Hay quienes eligen conocer la historia, quienes eligen pelear por ella y seguir con sus convicciones hasta el final porque saben que así es la manera de vivir en la vida. Siendo leal a las convicciones y a lo que uno vive con su historia. Como Sam lo era con Frodo.

1 comentario:

La niña santa dijo...

Y como Eiffy.
Yo tb soy una hobbit siglo XXI.
Más de las veces creo que no, pero tengo el re aguante!!