Lo que hace de la historia de Jason Bourne algo tan atractivo son varios factores. Pero antes de puntualizarlos, enfoquémonos, en que lo más interesante de esta historia es que es la historia de quien no es Jason Bourne. No, la historia de quien es el que no es Jason Bourne, si no, puntualmente de quien no es. Como ese no-ser, hace que este muchacho, vaya acorralando a sus víctimas desde la premisa primaria, de que ellos fueron y son sus victimarios. Una cacería de ambos lados. Donde el que gana siempre es uno: o Bourne recuperando su identidad (lo que se evidencia en la primera parte de esta triología del escritor Robert Ludlum), o bien, los que lo convirtieron en una máquina de matar, la misma CIA.
La primera dirección que se debe tomar para analizar este recorrido por tantos países es el hecho de que Jason Bourne es el resultado de un experimento que ha hecho la CIA para desidentitar (si me permiten la palabra) a integrantes de esa fuerza para convertirlos en máquinas para matar. Son voluntarios que aceptan perder su identidad para servir a la patria (excusa común), pero que terminan siendo expuestos a una serie de torturas y discursos que les lavan el cerebro y doblegan al agente. Punto clave, para lograr que él deje de ser quien es: debe doblegarse. Rendirse ante la idea de que para "servir a la patria" hay que dejar de ser quien es y eso lo logran exponiendo al cuerpo a 72 hs sin dormir, submarino seco, golpizas hasta dejar inconciente al voluntario, y desde ya, como último paso, asegurarse que pueda formar parte de este programa, matando a alguien en la habitación de experimentación, sin ningún tipo de información de quién es y/o de por qué se lo está aniquilando. Este tema también está muy bien desarrollado por la película El Embajador del Miedo protagonizada por Densel Washington y Meryl Streep. Ahora, ¿qué garantía de que ese ser haya dejado de ser quien es hay? ¿Se puede perder la identidad a la fuerza? Entonces, este programa tiene un bache. Esa máquina, no es controlada por los superiores, o sí. Pero a veces, las máquinas, nos ganan. Si nos pasa seguido que no podemos resetear una pc... Imaginemos a un ser humano. Y así como los entrenan para matar y siempre sobrevivir, siempre lograr su objetivo, se exponen a un doble juego. Conociendo todos los códigos de seguridad de todos los países y sus respectivas agencias, idiomas y dialectos, la máquina se les vuelve en contra. Y el día que esa máquina se volvió a humanizar (¿dejó de serlo?) no pueden controlarlo más, porque su táctica, se convierte en estrategia. Y ya no hay bache en donde el programa hizo agua, si no que es un mar a favor del agente.
La segunda dirección que tomamos es la de buscar su identidad. El grado de desesperación de quien no es Jason Bourne supera a Jason Bourne. No le interesa morir en intento (sabe que no lo hará). No le interesa llevarse por delante a un mundo de gente en la estación de trenes más transitada del mundo, la estación de Waterloo, London (una de las mejores escenas de persecución pedestre que se haya filmado). Lo único que sí le interesaba era su chica: Marie; vínculo clave para el comienzo de la triología y detonante de la 2ª parte, The Bourne Supremacy. Si no le bastaba con encontrar su verdadera identidad, en "... The Supremacy", debe encargarse de rastrear al asesino de Marie, quien es baleada por error cuando intentaban matarlo a él. En esta última parte, es su turno. Y recuperar su identidad es lo único que le queda a su lado.
La tercera dirección es la oposición que se genera entre la encargada del rastreo de Bourne, Pamela Landy, que encarna la actriz Joan Allen (siempre impecable en los roles políticos como en la película "La Conspiración") y Noah Vosen quien desde ya, es aliado al programa y que sólo quiere matar a Bourne y a todo lo que le rodee. Ya que es la prueba de aquel aberrante experimento sobre seres, seres humanos. Desde ya Landy, se encarga de ser clave para la resolución del caso, al igual que otra muchacha, Nicky Parsons que trabajaba para la CIA en el tiempo en que Bourne se desliga del Organismo para poder identificarse nuevamente.
Estos tres ejes son los que rodean esta tercera parte de Bourne (que al ser una triología no puede aislarse de las dos primeras partes). La película está filmada de manera tal que no haya respiro. De persecución en persecución. La cámara da la sensación de ser una cámara de video casera pero con una excelente definición, cosa que no genera lo que nos pudo haber pasado con "lo improvisado" de El Proyecto Blair Witch. Los escenarios son perfectos, siempre repletos de gente. El suspenso nunca es creado por recursos trillados si no, por el mismo hilo de la historia y de cómo es filmada la película.
Una joya es la actuación de Albert Finny, interpretando al médico encargado del Programa que termina haciendo de aquel que es el agente, en quien no será. Los pocos minutos que está en escena, Finny nos permite odiarlo y temerle.
Y algo clave, pero que no develaré por demás, es como nuestro héroe, deja de ser quien no es, y aún así se reconoce, como si nunca hubiese dejado de ser quien dejó de ser. Cuando Bourne, Jason Bourne, vuelve a humanizarse, a ser humano y no humanizado.
Lo trascendental del mal
Hace 11 años
1 comentario:
La viiii!! Vi The Bourne Identity y quedé fascinada, me hizo acordar a la primera vez que vi Lost porque no podía parar de mirar y cuando se terminó quería que automáticamente empiece la segunda (sin dudas el finde me la alquilo). Más allá de la fantasía está muy bien logrado cómo es que somos una cuenta bancaria (en el mejor de los casos) y nada más. Cómo es que podemos no ser cuando se borran los archivos. O como cuando se pide un estudio de ADN para confirmar una paternidad ausente... es lo que te decía el otro día, saber ciertas cosas ¿para qué? La identidad no es un pasaporte ni un código genético, eso es la ideología burocrática interpelándonos. Nada más.
Publicar un comentario