sábado, 13 de abril de 2013

Muertos y muertitos

No puedo pensar en la muerte. No puedo concebir la idea de que hoy camino, respiro, río, lloro, conozco seres, me atraen, me repelen, me rechazan, comparto, crezco, vivo y un día, simplemente, se apaga la luz y dejás de estar, de ser, de transitar, procesar. No puedo concebir esto. Supongo que porque aún hay mucho camino por recorrer. La gente vieja, muy vieja, muchas veces, lo único que esperan de esta vida es morir. Llegaremos ahí como parte natural. La muerte es una de las cosas irrepresentables para el lenguaje humano. No hay nada que pueda darnos una idea de lo que es la muerte, sólo su (paradójicamente) vivencia. Entonces me parece muy interesante pensar en la creación de dos personajes del género del terror que están anclados a estos conceptos de maneras distintas pero que se rozan y que simbolizan a la muerte a tal punto que hasta logran tener relación con como vive la sociedad contemporánea. Para esto voy a recurrir a Drácula de Bram Stoker. Más puntualmente a la versión cinematográfica de Francis Ford Coppola con Gary Oldman, Winona Ryder (en su época de esplendor), Anthony Hopkins y Keanu Reeves. Yo tenía diez años cuando la vi. En VHS con mis padres. Lo que muchos consideraban que podía dar miedo, para mí no fue más que lo que el autor quiso expresar (probablemente por el excelente enfoque que da Copppola): una historia de amor, trágica, tan trágica como Romeo y Julieta. Entre todo ese mejunge de monstruos, lobos, sangre y misticismos (porque los vampiros son un mito más instalado en la cultura occidental a diferencia de los zombies -no es común que alguien crea en los zombies por estos lados del hemisferio. Son de procedencia africana y los vampiros, europeos) el Conde Drácula conoce a Wilhemina "Mina" Murray y ella lo conoce a él. Mina luchará constantemente durante el desarrollo de la historia contra el dilema de amar a ese monstruo que traumatizó a su pretendiente y el Conde contra el dilema de convertirla en un ser de muerte, podríamos decir una caminante muerta... Lucha contra su amor por la muerte y, de alguna forma, darle vida a través del amor. Sin embargo es por su voluntad que ella termina haciéndolo y es por su voluntad que termina dándole paz eterna a Drácula, por amor. En la escena de la conversión de Mina a vampiresa, ante la duda del vampiro ella le ruega: "Llévame lejos de esta muerte", que paradójicamente era estar viva. El deseo de muerte aparece entonces representado como un lugar de encuentro con el amor. Mientras la historia más grande de vampiros trata el dilema del amor y la muerte "a la" Romeo y Julieta en algún punto, los zombies no. Los zombies apuntan a lo peor del ser humano. Los muertos vivos son retomados por George Romero para hacer reinterpretaciones y relecturas sobre la realidad de las sociedad occidentales capitalistas. El zombie es peor que la muerte. Así como los vampiros de Drácula o Entrevista con el Vampiro, sufren el hecho de vivir eternamente, el zombie no registra, no piensa, no tiene ningún tipo de rastro de vida en su caminar letárgico. Simplemente devora. Los vampiros también tienen este apetito por la sangre, sin embargo es para sobrevivir. El zombie ataca por simple inercia, porque no puede hacer otra cosa, porque no "vive" si no ataca. Y los vivos deben convivir con eso, con la amenaza, y con que el más apto será quien prevalezca. Porque vivir entre muertos y entre la amenza de convertirse en uno de ellos (no sólo de morir) hace que se traicione a los pares vivos. Entonces podemos pensar a ambas criaturas como seres de muerte, pero sin embargo, los vampiros, tal vez por mantener razocinio, pueden sentir, pueden amar, pueden sufrir, pueden odiar, querer conquistar y vencer, aún dejándose perder. El zombie no, el zombie es la amenaza a la que más le teme el ser humano, porque en definitiva es lo más parecido a la vida en esta cultura sin necesidad de tener hambre de cerebros literalmente. Sin embargo, el sistema busca comerlo de todas formas. Además, su figura, viene del África.

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