sábado, 9 de junio de 2012

Tomboy: cuando el sexo es género

Tomboy: marimacho.

La premiada película de la francesa Céline Sciamma cuenta la historia de Laure, una niña que quiere ser Michäel (Miguel).
Aprovechando la mudanza a un nuevo vecindario, en donde ella y sus familia son totales desconocidos, Laure logra realizar su deseo de ser un niño.
A diferencia de muchas concepciones en torno a los chicos trans, la familia de Laure es afectiva, contenedora. Ella simplemente quiere ser varón.
Padre, madre y dos niñas. La hermanita menor de Michäel, Jeanne, es la femineidad infantil en su máxima exponencia. Mientras su hermana mayor busca en el espejo encontrar el varón y escupe en el lavabo probando cuán lejos llegan sus escupitajos, Jeanne, se pone el tutú y juega a la bailarina en su casa.
La cuestión del género como algo cultural se encuentra sosteniendo la teoría de tantas feministas como Judith Butler de que el par género/sexo no pueden ser disociados.
La escena en que los niños van a nadar busca la sexualización de esos cuerpos infantiles. La sexualización no desde lo genital, desde la lujuria, sino desde, justamente, la apropiación del género por nuestros cuerpos: el sexo.
Entonces, el tener vagina o pene no es lo que define nuestro sexo y como lo vivimos, sino, las prácticas en torno a ello.
Todos los "ritos" que definen a la sexualidad como jugar a la pelota o jugar a la bailarina, pelearse con los niños o maquillarse entre chicas son utilizados en el guión para demostrar que no importa si el que lo hace tiene como sexo masculino a femenino, sino cómo lo porta. De hecho cuando Laure/Michäel decide jugar al fútbol ante el comentario de su amiga Lisa de que no tenía permitido jugar porque era nula, la rompe. O cuando se agarra a trompadas con un muchacho que molesta a Jeanne termina siendo quien gana, así como en un juego de fuerza es ella/él quien sale victoriosa/o.
Lo asexuado del cuerpo infantil, que no demuestra diferencias casi entre "machos y hembras" hasta pasados los 10 años aproximadamente, aquí es totalmente sexuado, de nuevo, por la cuestión del género, sin necesidad de mostrar genitales.
Ahí está la mano de la directora, que encuentra una forma perfecta de plantar esta teoría, rodeándose de unos niños que conmueven en cada escena.

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