El 24 de febrero marchamos los trabajadores a la Plaza de Mayo.
Esa frase tiene muchas aristas para analizar.
Pienso primero en que la fecha es exactamente un mes antes del 24 de marzo: una de las fechas más importantes de nuestra historia.
Pienso, luego, en "trabajadores": no eran sólo trabajadores de hecho, sino, tal vez, gente sin trabajo, amas de casas, despedidos ¿Qué nos engloba como trabajadores? Nuestra clase ni más ni menos. La clase que si no es por el empleo, lisa y llanamente, no puede vivir (lo que dista de aquello llamado "clase media").
Pienso en "a la Plaza de Mayo": diría "una porción de la plaza", ya que -a diferencia de lo sucedido en los últimos 12 años- esa plaza se encuentra "recortada". Sólo una porción le pertenece al pueblo. Al avance del pueblo por sobre el Gobierno (que no es el Estado que sí es del pueblo).
Pienso en esa plaza que, dos meses atrás, era testigo de un hecho muy poco común: el pueblo ("los trabajadores") despidiendo a un Presidente, colmando ese espacio público.
Y entonces pienso en ese espacio público como huella imborrable de la historia. Huella que puede ser tergiversada por el medio o grupo monopólico que quiera, pero los que estuvimos allí, el 24 de febrero, los 24 de marzos, el 9 de diciembre de 2015, 2001, el 27 y 28 de octubre de 2010 (muerte de Néstor), la fecha que quieran, sabemos la verdad de esas plazas. Eso queda, eso es memoria, eso interpela y convoca como nada. No es la plaza de Blumberg, no es la plaza del Campo. Los trabajadores sí tenemos memoria. Soy optimista. Creo que los que no se solidarizan con la movida que se está dando, no lo entienden. No son de clase trabajadora. La clase no se define por su acción. No importa si sale a trabajar o no. Si no tiene conciencia de su clase, por más de que labure 600 horas por día, no es un trabajador. El trabajador, aunque cobre un plan, se solidariza, se moviliza (interna y activamente), se indigna ante la injusticia de los que manipulan al pueblo con mentiras asquerosas sin filtro, como la suba del "40%" a los docentes. Los trabajadores no nos comemos los mocos, ni una.
Era fácil estar en la plaza y pensar en que hace dos meses fuimos tristes pero contentos (entendido como plenos) sabiendo que este tiempo hemos sidos empoderados, pero no por Cristina, sino por la soberanía que el pueblo fue construyendo, paso a paso. Por mí puede haber un 30% de personas que elijan a Macri, por ignorantes, por fachos, lo que quieran. Pero sé que hay un 21% que no lo es, que se cegó, se perdió, se distrajo -gran mecanismo para arrasar con los laureles que supimos conseguir. Tal vez muchos de los que votaron en blanco inclusive ahora entienden que no era lo mismo Scioli que Macri. Aunque Scioli no era la panacea (ni el Kirchnerismo lo fuera). Había cosas intocables para Scioli que sabemos que iban a quedar igual. Para Macri no, porque es un títere. Un títere de grupos financieros, monopólicos, seres mucho más demoníacos que él, se los aseguro. Y con el 49% más el 21% somos muchos. Ahora: esperamos a un buen/a candidato/a.
Pero en lo que había que pensar hoy, no era en la tristeza o alegría, era en la bronca que tenemos -no miedo- de que quieran reproducir lo sucedido en 2001. No podemos dejarlos. Somos otra sociedad. Que gobiernen como quieran gobernar pero no los dejemos nosotros, los trabajadores. Defendiendo lo nuestro. Nuestro país, porque ellos, claramente pertenecen a otro. Un país de genocidas, déspotas y dictadores. Ese país, definitivamente, nunca más va a ser la Argentina.