La fuerza, la elegancia, la energía, el carisma y el talento no podían encontrar cuerpo más hermoso para depositarse que el de Beyoncé Giselle Knowles. El pasado 12 de febrero deslumbró con su show en el hipódromo de San Isidro. Cumplió con todos sus hits, encantó con su voz impecable mientras se movía con el impulso de sus seiscientos caballos de fuerza. La misma hipnosis que genera mirarla, se da al escucharla, porque la voz es parte del cuerpo.
Una diosa, pero humana, real, creíble. No necesitó de mucho despliegue en su show más que coreografías a tono con cada canción, un séquito de bailarines que la siguen, una banda íntegramente compuesta por mujeres que potencian su encanto arriba del escenario (y abajo porque en varias ocasiones bajó del escenario para acercarse a la gente) y ser Beyoncé. Eso es lo que toma.