jueves, 10 de septiembre de 2009

Lo obvio


Hay un ejercicio que todos deberíamos hacer de vez en cuando: ponerse en un lugar de extrañamiento ante los hechos consumados. Aunque sea con cosas muy chiquitas de todos los días, como el despertarnos al ritmo de una alarma del despertador, saltar de la cama (algunos con más facilidad que otros), lavarnos los dientes, hacer un pis, ir a trabajar, hacer chistes de oficinas, obedecer órdenes, esperar a fin de mes para cobrar un sueldo. También podríamos cuestionarnos la institucionalidad de la unión de dos personas en eso llamado familia nuclear: un hombre + una mujer + hijos. Algo más complejo y polémico sería cuestionarnos por qué cada vez que uno encuentra algo que no le “pertenece” pregunta: ¿de quién es esto? Como si fuese algo tan natural y obvio. Algo le pertenece a alguien, ¿por qué? Porque lo pagó; porque lo fabricó; porque se lo dieron: es obvio, qué pregunta más retórica, no? Si lo pagó, si se lo entregaron y le dijeron: “te pertenece” de quién va a ser (releamos ese concepto, ser de alguien). Y entonces el ser humano derivó esa imagen a miles de situaciones en su vida, como en la amistad, en la pareja. Mientras que en un país como Cuba, es muy complicado para los habitantes de allí comprender el concepto de robo. No porque no suceda, síno que les cuesta entender el nivel de paranoia de alguien alrededor del miedo por “ser robados”, porque nos “quiten algo que nos pertenece”. Según Jaques Rousseau la sociedad vivía en estado de paz hasta que un día, a alguien se le ocurrió decir: esto es mío.
Creo que se va entendiendo el punto. Ese ejercicio de cuestionar, no oponerse por pura oposición, sino por lo menos llegar al momento de hacerse la pregunta filosófica, puede suponer grandes despertares, y no por el mandato del tiempo del capital. Sin embargo es muy difícil, porque no todo el mundo puede comprender por motus propio que todo lo que vivimos y pensamos está inmerso en una red de significaciones y discursos sociales que se anclan en una cultura relacionada a un bloque hegemónico, un comportamiento dominante que supuestamente, todos deberíamos seguir y acatar porque sí, porque es obvio. Lo que nos olvidamos es que “alguien” lo hizo obvio y ese alguien tiene mucho poder, mucho.
Hoy por hoy, en donde más evidente se hace esa necesidad de desnaturalizar lo naturalizado, lo obvio, lo que casi ni nos damos cuenta de que realizamos a partir de una práctica adquirida, aprendida y aprehendida, es en el tratamiento que los medios le dan a la información. Y con medios, sabemos a qué nos referimos: medios masivos de información. Mejor dicho de desinformación. Sobretodo, a partir de la posibilidad de renovar una ley casi oligárquica y fundada en los intereses de una dictadura genocida.
Esto es muy interesante. No sólo hay que preguntarse varias cuestiones de las que tal vez nadie se haya percatado, porque, de nuevo, es tan obvio; sino que hay algunos temas más de fondo que sí vale la pena discutir con gente más formada en la materia.
Un ejemplo es la denominación de fachista, casi nazi que se le da a esta ley, la comparación con lo que se nos dice que hace Hugo Chávez con los medios en Venezuela, actuando como un loco que cierra medios porque sí! Cosa que no se ve reflejado en este pryecto en lo más mínimo, sino más bien todo lo opuesto. Esa reiteración del discurso hegemónico de que esta ley es casi una dictadura con letras es un claro posicionamiento hacia los intereses de un grupo financiero que no hizo más que comprar los derechos de expresión de muchísimas empresas (siempre espacio polémico para ejercer la libre prensa). Ahora, digo yo: ¿cuándo esa gente que hoy está en contra de la ley que propuso el gobierno, denominó a la ley que rige actualmente como una ley que formó parte de un plan pensado para exterminar a toda una generación que podría haber frenado lo que se gestó en el año 76 y que propiciaba el camino para que comenzara el desbarajuste de todo un plan nacional y popular que desde el año 73 se venía vislumbrando en la Argentina?
Otro punto, un poco más destacado por la verdadera prensa pensante y desnaturalizadora de este país: la ley que llaman como la ley K, o la ley contra los medios, no es un proyecto que se le ocurrió a Kirchner. Utilizar esa K no es un hecho ingenuo sino que es un recurso estilístico del grupo Clarín para seguir remarcando que es Kirchner (quien hoy padece de muy poca popularidad) el que está promulgando esta ley. Esta ley está en discusión desde antes de que asumiera el gobierno actual y es la reunión de muchísimos sectores a favor de una política de comunicación nacional relacionada con los espacios comunitarios y de posibilidad de varias voces de poder acceder y participar en la vida política y cultural de un país. No por nada, figuras de la ONU que presiden las comisiones de libre expresión están apoyando esta ley como en su momento se apoyó el Proyecto Voces Múltiples, Un Sólo Mundo de Sean McBride en el año 1984. Claro, que ese proyecto también tuvo que lidiar con los mismos protagonistas lobbistas y extorsivos que hoy presionan para pulverizar el proyecto que presenta el poder ejecutivo. Lo que se necesita, es que sea debatido y reformado como para que la ley sea un comienzo, sólo eso, de una política de comunicación en pos de la democracia.
Y lo más obvio que podemos hacer para entender cómo construyen esta hegemonía los medios, es informarse. Pero ese concepto parece que se ha vuelto muy difícil de desnaturalizar ahora que los grupos económicos más fuertes del país son quienes manejan el insumo informativo. Informarse ya no es leer una noticia, sino preguntarse por qué le agregan las las comillas cada vez que se refieren a“audiencias públicas”, por qué los periodistas de TN no dejan que los miembros del gobierno o figuras de no tanto renombre que apoyan la ley vayan a explicarla o contar cómo fue su proceso de gestación interrumpiéndolos con preguntas inocuas sin ningún sentido. O siguen invitando a las tres únicas voces que parece interesarle al grupo, destacando con epígrafes todo lo que sea en contra de este proyecto. Tanto TVR como el programa 6; 7; 8 que se transmite de lunes a viernes por canal 7 a las 20 horas son espacios en donde se puede comenzar a hacer este ejercicio de reaprender a infomarnos.
Este gobierno no sabe comunicar. Es una de las cuestiones entre muchas otras que constantemente le remarco. No salió lo suficiente a explicar esta ley como no lo hizo cuando fue el drama por la resolución 125 allí por marzo de 2008. Pero esta ley, sirve y mucho para comenzar con una democratización de la ciudadanía en su búsqueda por ser más escuchados y tener una fuente de poder que nos garantice que nuestras necesidades sean fundamentadas y puestas en la agenda de, no sólo este, sino de todos los gobiernos. Siempre tendría que ser así, ¿no es obvio?