jueves, 25 de agosto de 2016

Diva - Annie Lennox

En los 80's hubo muchas bandas emblemáticas. Difícil contarlas con los dedos de la mano. A diferencia de los años 2000, de 1970 para el segundo milenio, todas las décadas estuvieron repletas de bandas y más bandas que marcaron la diferencia en la historia de la música. De la década del surgimiento de MTV, los peinados locos, los sintetizadores y los crucifijos colgantes hay una banda que me encantó desde el comienzo. Cuando yo tenía 1 año, lanzaron Sweet Dreams; a mis tempranos 3 años, sacaron uno de los hits más bellos que jamás escuché como There must be an angel. Sí, Eurythmics es la banda. Y Annie Lennox era la voz. Para comienzos de los 90's la banda se disolvió. David Stweart se convirtió en un productor prodigio además del músico que es y Annie... Annie sacó Diva, uno de los mejores discos que escuché en la vida y que nunca más volveré a escuchar. Lo primero que me sedujo de Diva fueron sus videos. En el canal de música de Cablevisión (aquellos años muy felices), Music 21, empezaron a rotar el catálogo de clips de aquel disco: casi todas las canciones tienen uno. En esa época no era común como ahora. Beyoncé, sin ir más lejos, ya sacó dos "discos visuales". En ese momento Annie sacó el disco y un VHS con la obra audiovisual. Además de la increíble estética, que no era más que un reflejo de esa belleza al estilo "reina de la nieve punk" que siempre tuvo Lennox. los videos contaban a la perfección la historia de las canciones, sin un relato muy literal. No se puede destacar ni un tema o ni un video por encima del otro. A la vez, quedaba a cargo del tema central de la gran versión de Drácula de Francis Ford Coppola. Lo que hizo con Love Song For A Vampire, también brilla El disco abre con Why, una de las baladas más perfectas, dulces; a la vez triste y cruda pero madura. El video la muestra a la cantante sin nada de maquillaje; como si algo la hubiese dejado en bruto, vacía. Pero comienza a maquillarse, a armarse para seguir a pesar de que se sintiera así: la letra habla del fin de una relación. Luego sigue Walking on broken glass, Precious, Legend in My living Room (un tema funkie-soul increíblemente oscuro a la vez). Las baladas Cold, Primitive, Stay By Me y, mi preferida, The Gift, hielan la sangre. Little Birds (con un video que presenta todos los estilos que tuvo Annie Lennox durante su carrera a lo Juana y Sus Hermanas representados por Drag Queens. Annie estaba embarazada) y Keep Young and Beautiful que se remonta al sonido de la música de los años 20. Pocos discos, en mi opinión, después de Diva, lograron la belleza, la calidad, la inspiración, simpleza pero profundidad a la vez, tanto en la interpretación como en la voz de esta mujer única que siempre va a influenciar la música pop de aquí a la eternidad, con todos sus discos, pero principalmente, éste, porque, en su forma, muy distinta de la convencional, es una Diva.

jueves, 18 de agosto de 2016

The Bourne Chemistry

Hay energías que cuando conectan, coindicen en un mismo espacio/tiempo, hacen magia. Trascienden, hablan sin hablar. Pasa con paisajes, como cuando la luna brilla sobre el agua, o hay montañas en el mar. Pasa con personas, como cuando Paul y John escribían o Eva conoció a Perón. Y pasa cuando Paul Greengrass decide volver a filmar la obra de Robert Ludlum y Matt Damon le dice que sí a protagonizarla. The Bourne Identity fue la primera de esta serie de películas basadas en las novelas de Ludlum. Esa primera entrega fue un inicio, una probadita justa, correcta, atrapante, dirgida por Doug Liman. La historia quedó perfectamente plasmada, introducida en nuestros cerebros. La química entre Damon y su co-piloto femenina, Franka Potente, fue infalible. Pero a partir de The Bourne Supremacy, las cosas se pusieron serias. Al punto (spoiler alert) que a pesar de esa maravillosa química, Paul Greengrass -el nuevo director a cargo- decidió respetar la historia y matar a Marie (el personaje de Potente). Y ahí, nos rendimos. Todos abrazamos a Jason Bourne y no lo soltamos más. Aparecerían personajes femeninos que también se aferraban a él y lo protegían como el de Joan Allen y el de Julia Stiles. Pamela Landy (Allen), en The Bourne Ultimatum, le devuelve su verdadera identidad: David Webb. Sin embargo nunca se logra apropiar de su ser. Sigue sin ser. Sigue y sigue y sigue. Por eso también el "nomadismo" de Bourne. No sólo porque lo persiguen sino porque ser en inglés significa lo mismo que estar: to be. Y entonces llega Jason Bourne, la cuarta entrega. Damon le dijo que sí a este rodaje justamente porque creía esta cuestión de la que hablamos aquí. Que la mirada de Greengass es infalible. Por eso quedó tan en el olvido The Bourne Legacy. Ni me pregunten de qué se trataba porque me olvidé de lo pasajera que es esa película. La dirección quedó en manos de Toni Gilroy. Pero no Jason Bourne. El hecho de que la primera persecución (en ésta hay cinco) se dé en una manifestación en Grecia, país europeo vapuleado por el fracaso del sistema capitalista, que se hable puntualmente de la conexión entre redes sociales y organizaciones de control e inteligencia, que la mujer no sea más la buenita, sensible y protectora, no es casual. La lectura de la realidad que hace Bourne, aún en su incertidumbre, en un contexto de espionaje y desconfianza constante habla más de todos nosotros que de aquél que él cree ser o no ser. En esta entrega, el título habla mucho sobre la esencia de la historia. Jason Bourne sigue siendo ese nombre. Como le dice el Director de la CIA interpretado increíblemente por Tommy Lee Jones, incluso pareciera ni importarle David Webb. Pero no es tan fácil. Webb/Bourne fue sometido a mecanismos de tortura y adiestramiento altamente inquebrantables por los que su psiquis pende de un hilo. Así se manejan la mayoría de los centros de inteligencia del mundo en formación de agentes. Su elección queda sumergida en un sin fin de sufrimientos y finalmente es anulada. Se eligen personas cuyo motivo en la vida es incierto, quienes no creen tener otra razón para existir. Los reclutan y los transforman es las máquinas que vemos en la película. Ojalá que Jason Bourne sea el reencuentro de este trío infalible y que podamos ver a nuestro héroe tan humano a pesar de todo, encontrar su razón de existir.

miércoles, 17 de agosto de 2016

Mi vida sin Manu

Hace 14 años empecé a enloquecer por el basquet. El mundial de Indianapolis me voló la cabeza. Yo tenía 19 años. Manu Ginobili tendría unos 24. Hoy, 14 años después, puedo decir que vi a una selección argentina de básquet ser campeona olímpica y traer una medalla de bronce. Lo que han generado por el deporte (no sólo el de la pelota anaranjada) Nocioni, Pablo Prigioni, Carlos Delfino, Fabricio Oberto y el maravilloso Luis Scola, entre otros, no tiene parangón. Por lo menos, para mí, ni en el football ni en cualquier otro deporte. Tengo miles de jugadas, de momentos, miradas, actitudes de la llamada Generación Dorada en mis recuerdos. Podría nombrarles tantas que dirán ¿cómo a una piba se le quedó tan adherido a la memoria algo relacionado con el basquet? Pero sí. De los más importantes para mí: la entrada de Walter Herrman en aquel histórico triunfo de Argentina ante Estados Unidos en Atenas 2004, o viniendo más acá, los puntos del Chapu y el enorme pequeño jugador que es Facundo Campazzo durante el eterno partido contra Brasil en el último Juego Olímpico. Pero ya sabemos, que lo más grande que nos pasó a los amantes del deporte junto con el gol de Maradona a los ingleses, fue esto. Gracias, Manu. Te amaré por siempre. Gracias y amor eterno. Abajo de esa montaña final, hay oro.